He visto tanto amor desfallecer en las hojas del enebro,
y al olvido, repatriar las lagrimas inconexas.
He visto, mi Dios,
como los pájaros, alzaban el vuelo entre las lluvias
y los cantos reposados de niños perdidos
se hacían luz, en las crestas de los montes.
Nunca he sabido
como alzar mi mano hacia ti,
ni como derramar el bombeo de mi corazón
en la mariposa transeúnte que se agita.
Nunca he sabido, mi Dios,
como lo desconocido eras tú.
y hora, que mi reloj se posa
en las ventanas del olvido,
presiento que el tiempo es una hoz
que corta el sedal de los sueños ambiguos,
y al igual, que una estrella en su iluminaria
rota la vida en el eje de la tierra.
Mas no puedo callar mi voz,
ni ser sendero de la desdicha.
No puedo, oscurecer en el llanto de las alambradas,
ni creer cierta una verdad
que añicos se disuelve en la mirada celeste de mi mundo.
No soy, mi Dios,
el baluarte de un estigma, que penetra sin brújula,
y ahora, en este momento de horizontes matutinos
se engrandece la mirada de los sueños,
donde ambos somos, los protagonistas de un guión
que ya no pretende ser enigma.
Tan sólo soy
la voz del viento entre tus brazos,
y el recuerdo olvidado
de un pensamiento entre las flores.
Que bello, Mariona...Tu poesía es inconfundible, la belleza de tu alma entre tus versos....
ResponderEliminarMaravillas que esparces y se cuelan en las almas que siguen tu vuelo.
ResponderEliminarGracias Marimar, besos preciosa.
ResponderEliminarMuy lindo. Besitos.
ResponderEliminar