Donde el espacio gira intermitentemente
hacia el olvido de las formas,
subyace
un fuego latente de
amor,
sobre el nido de alguna golondrina
que pernocta en las luces del Universo.
Mi Dios,
si yo fuera esencia en el aura de tus ojos
y mi piel el magma
en la tierra fundida,
crecería como el loto entre las aguas.
Quizá, este sueño impenetrable
de días y noches en el silencio del alma
amalgama la inocencia de las miradas venideras,
donde tú y yo, somos el sueño compartido.
Quizá Dios en su esfera mágica
sea un corazón en cada una de las estrellas,
que ilumina el iris que resplandece
y habita
en cada suspiro del alma salvaje.
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