Marchando va, un ruiseñor,
hacia el ocaso
de un adiós.
Florecen los trigales
y el amor, se posa en ellos,
mi cuerpo es seda
en este ojal de lágrimas y flor.
Ayer, vi una estrella en resplandor
e imaginé,
que en la atalaya de la vida
se prendían las llamas de las almas, que
en cenizas se tornaban
como el Ave Fénix,
y resucitaban,
de sus miradas,
caían al vacío luces espolvoreadas,
odas de compasión,
regando con lluvia y tesón al mundo entero.
Marchando va,
el ruiseñor,
y en este latir del corazón,
de sus plumas
derribará las alambradas,
de nuevo nacerá vida e ilusión.
Oh, inocencia,
¿Quién pudiera en tu blanca esencia,
ser el baluarte, de la eterna ensoñación?
Y así, callaran las flechas
y las balas se tornaran flores
y el hambre en gritos de libertad.
¿Quien pudiera ser el ruiseñor
que alumbrando va, la paz,
Quién, pudiera ser, de tu ala
el níveo corazón,
que de lágrimas
a derrotado a la oscuridad.
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