El amor, se cernía sobre la noche con el lamento,
y buscaba en los hangares de la memoria
el brote de la vida
que sangraba por momentos.
Siempre existe, una segunda oportunidad
-decía la voz interior.
La fuerza escondida en la médula que absorbe la fe,
arrancó las lágrimas y desnudó con luz las heridas.
¿Quién conoce el secreto, que duerme en el instinto de la carne?
¿Y el dolor del alma, cuando no encuentra salida?
Pero...No,
no era la hora, para que las campanas tocaran
al silencio quebrado de las ilusiones.
Quizá un milagro,
quizá un orden matemático,
o el azar de las flores
en la incomprensión del átomo,
¿Quién sabe porqué?
Pero el amor...
no sucumbió a la metralla de las ideas
ni a las formas geométricas y ególatras,
aún y herido
en los pétalos del corazón,
sangrando
en los granos de arena, que el reloj sepultaba sin darle tregua. El resucitó.
Como alma incorpórea de la vida,
lanzando un alarido en su nombre, a las tinieblas,
y cubrió de azul el bálsamo, que lo haría eterno
para las almas justas que lo quisieran.
Jamás se vendió al prostíbulo,
que los andantes insinuaban, con las gargantas holladas de palabras vanas,
he hizo de su materia,
la inmaterial forma, que sólo los ojos puros pudieran alcanzarlo.
Desde entonces,
el amor, es sólo una quimera,
si no le entregas el alma y la nobleza,
se aleja con las brújulas del norte hacia otras tierras.
Mil espejos lo reflejan;
escudo de su esencia, en los pilares de la memoria
que sustentan la vida y la tierra.
En el horizonte la luz gotea, perlas de una ilusión...
es el vuelo de las aves, surcando los cielos
en nombre del amor.