Lastimada va la sombra
que en algún rincón del alma
corta con ávida letanía a la espera en el bucle de la luz.
Han caído los dioses en el desfiladero de la memoria,
tantas cruces girando
en las manecillas de un reloj ambiguo,
ocasos que por renacer esculpen la impronta, que sacude el corazón
con la punzada de una fusta.
Cabalga la esperanza en las noches sin tiempo,
desnuda y desnudo en el sendero migratorio de los eventos
se fundieron los candiles,
mas hoy,
al estremecerse mi piel evoco:
al tiempo en que la lágrima era ajena.
Trasnochada en las horas pérfidas
la sombra sucumbe a la luz.
El imperio de la vida se ha levantado con huesos
y con latidos de amor, que sin memoria, renacen como una
grieta
empujando el sentir
sin mas devoción,
que la desnudez que atraviesa el alma como una
flecha.
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