domingo, 27 de octubre de 2013

"Atardecer en los álamos"






Vi el atardecer sobre los álamos
con matices anaranjados
que ocultaban el sentimiento del alma.

 Te  llamé
con el susurro de la voz,
 el canto de la esperanza
y la mirada en el infinito.

 Viejo amigo,
dador de cuentos
 de vida y leyendas
 nacidas de tus labios, morían en el mar,
enigmáticas criaturas del verbo
que me hacían soñar.

Y soñé con un bajel,
 mis brazos alzaban las velas
que arropaban tu aura,
y el latir de un corazón, que se prestaba para ser amado.

Pero me perdí
 entre las olas de la vida
y surqué en la infinitud de la bóveda celestial
para hallar un nombre, una sigla de identidad… 

un cómo, y un por qué,
y fui testigo de la oscuridad
que arrebataba la inocente enmienda.

Y seguí
con la sal de mis lágrimas,
seguí
sin más brújula que mi propio palpitar
y allá, en el norte de la ilusión
vi, a un Bergantín luciendo sobre el azul del mar.

 Te llamé, 
  acudí a tu voz...
tan sólo el tiempo demoró
lo que estaba escrito en el cielo
y, lo que el destino pasajero abordó.







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