Mi piel,
rasgada abriendo la puerta del universo,
callada la noche, espera,
ojos de alas,
guiando la luz de las estrellas.
La lluvia, espolvorea una oración eterna
junto al arroyo de los sauces.
Y mi corazón,
una brecha en el silencio de la tarde,
en la hondonada del vacío
y late el suspiro, que impregna la llave del destino.
Te he llamado,
amor,
a la voz del iris perdido,
pasos, y pasos sin dirección,
y brazos de blanco ruiseñor
se han posado
al lado de tu camino.
He arado tu cuerpo, levantando los surcos del tiempo,
creando con mis senos una nueva esfera
que se propaga hacia el vaho de la vida,
vida, que yo respiro,
vida, que tú respiras.
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