Me sentí ajena al tiempo que vencía las horas
y dejé morir aquel suspiro,
cual golondrina azul,
para encontrar el camino de vuelta.
¿Quién perfiló el destino?
¿Y quién, susurró a los vientos el llanto de la hoja perdida?
¿Quién, si no tú?
embravecido con el coraje de los fuegos
y el ópalo de la vida
que hacía del cielo la cornisa del alma
y de la mirada los mares del infinito.
Y volé,
sin mas sendero, que la brisa del aire abandonando el Universo.
Con piel de plumas y corazón de terciopelo
envejecí en el cuenco de tus manos,
para reposar mi esencia
en los bosques encantados de un destino,
que viró, como un cometa e hizo del viento
las huellas incontables, que aún perduran en el arco estelar.
Y me fundí con la sal del mar
para ser agua de vida
y una golondrina azul, errante,
para volar de nuevo sobre tu faz.
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