Mis lágrimas no pesan
soy del pecado la ironía,
nacida sí,
blanca, entre rejas negras.
Ay de mí, si del color de la vida
fuera la ausencia,
y entre paredes la crisálida muerta.
Si yo fijé, mi alma en tu destino,
¿Qué aura y qué corona no llora,
sin antes encontrar su hora?
Llegó la noche, sin más reloj que la sentencia caduca,
mis ojos se cierran
y mi cuerpo se desvanece, desnudo de sombras,
pájaro abierto.
Llorarán los ríos,
como llora la hora, que toca a muerte
y el sol marchitará las huellas, que nada dicen
y nada dijeron en su andar.
Y yo habitare en el silencio
donde la palabra no es necesaria,
y el corazón corteja la voz,
estela de sentimientos, mi mirada.
Y tú, que sabes leer en mí, haz tuya mi alma
y tú, que pernoctas en mí, haz tuyo mi cuerpo,
que aunque no sea nada,
soy, el amor que te ama.
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